¿Por qué no funciona el modelo basado en competencias? Elija su opción (Segunda parte)

México

@Comun

¿POR QUÉ NO FUNCIONA EL MODELO BASADO EN COMPETENCIAS? ELIJA SU OPCIÓN
-segunda parte-

He aquí algunas razones por las que el modelo de educación basado en competencias –a mi parecer– no está funcionando. Elija usted aquella que le parezca más lógica.

(Continuación…)

5. Los profesores ignoran el propósito de sus materias.

Ya comenté que por lo regular no todos los profesores comprenden el concepto de competencia, pero lo más grave es que tampoco todos saben identificar el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que integran la competencia (o las competencias) de sus materias; por si fuera poco, muchos de ellos deciden ignorar el programa del curso –en vez de enriquecerlo–, precisamente por esta falta de claridad, o porque en el fondo no se sienten aptos para impartir todos los contenidos de la clase y no son capaces de aceptarlo, o simplemente porque no les gustan. Ya en el peor de los casos, lo hacen por complacer a sus alumnos y evitar cualquier impresión negativa.

Así, muchos de los cursos se convierten en materias a la carta, en las que el profesor imparte aquellos temas que cree que son los más apropiados para llevar la fiesta en paz, sin analizar –siquiera– su relación o su impacto en otras materias del plan de estudios, y sin importarle mucho cualquier escollo que pudiera ocasionar a los profesores subsecuentes.

Como si esto no bastara, el acompañamiento y el andamiaje que brindan los directores de área a sus profesores suele no ser muy efectivo, desde la integración al sistema universitario, hasta la comprensión del perfil de los estudiantes y de los planes de estudio; así como tampoco lo son la capacitación y el seguimiento, todos ellos componentes indispensables en el proceso facultativo del profesor.

Esto en contraste con una exigencia casi obsesiva porque el docente se enfoque en alcanzar los estándares cuantitativos propuestos administrativamente, aspecto que impide la claridad del modelo educativo y solapa –por ende– un alto nivel de complacencia hacia el alumno.

6. Cada vez abundan más los profesores a destajo.

La situación de la educación en nuestro país es delicada, en tanto que es más importante hacer política educativa e integrarse a las filas de la administración de las instituciones, que comprometerse con un proceso de formación integral; lo mismo en las universidades públicas que en las privadas.

Así, el rol del profesor se percibe –paradójicamente– como algo para lo cual no hay que prepararse mucho, y cada día migran más profesionistas de otras áreas hacia el ámbito de la educación, queriendo asegurar una plaza o hacer méritos para conseguirla, o simplemente para tener trabajo; sin embargo, ignoran la seriedad y el alcance de un modelo educativo.

En consecuencia, abunda la mano de obra barata, es decir, profesores que no tienen mucha idea de la estrategia educativa o de los contenidos de las materias, pero están dispuestos a impartir clases, replicando –por ende– los vicios del modelo conductista bajo el cual fueron enseñados (puesto que no conocen otro).

Al no implicar una inversión cuantiosa ni un compromiso a largo plazo, no son pocas las instituciones que suelen preferir este tipo de docentes, rentables en cifras más no en calidad. Lo cual es lamentable.

7. El modelo se deja a expensas de la tecnología y de la autoeficacia del estudiante.

Con el auge de Internet y su gama de posibilidades, muchas instituciones suelen subir los contenidos de sus cursos a plataformas tecnológicas como Blackboard y Moodle, remitiendo gran parte de la labor educativa a este recurso. Por un lado, el profesor considera que su carga de trabajo disminuye o bien, se reparte entre varios; por el otro, los estudiantes perciben que el hecho de seguir un cronograma, realizar actividades en línea y compartir las responsabilidades con un equipo de trabajo, no necesariamente les deja un conocimiento. En suma, lo que tenemos es un mal entendimiento del modelo conectivista (una variación del modelo basado en competencias), así como la despersonalización del proceso de enseñanza y aprendizaje; situaciones que –sin duda– ponen en jaque el desarrollo de competencias.

Habilitar una plataforma tecnológica con fines educativos tiene sus grandes ventajas, pero no releva al profesor de sus funciones, ni garantiza que el conocimiento se afiance en los alumnos (independiente de sus habilidades). Aunado a ello, confiar en el compromiso que tengan los estudiantes de regular su propio proceso de enseñanza, todavía no es algo factible.

Así, no me resulta descabellado pensar que los cursos en línea sean como barcos a la deriva, con una tripulación que a falta de guía, se hace de mañas para encontrar el rumbo y llegar como sea, pero llegar. Lo que equivale a sacrificar el modelo educativo.

8. Se percibe una franca ausencia de líderes.

Por una parte, los ‘líderes’ de las instituciones educativas se encuentran más comprometidos con la estabilidad de sus puestos y la rentabilidad de las escuelas (ahora vistas como negocios), que con el hecho de contar un modelo educativo sólido, cuyos beneficios trasciendan en el desarrollo del país y de la región. Pese al carácter colaborativo del modelo basado en competencias, muchos de los directores ya no tienen el gusto ni la vocación por enseñar, ni ven la educación como una acción transformadora; es así que su enfoque individualista permea toda la estructura organizacional.

Por otra, estos mismos líderes carecen de una perspectiva actualizada sobre gestión de instituciones educativas, así como de las competencias pedagógicas, tecnológicas y comunicativas que son necesarias para dirigir este tipo de empresas, y aun así muchos de ellos no consideran apremiante el hecho de adquirirlas, ya que la idea de regresar a la escuela no les fascina.

Como resultado, existe una clara desconexión entre una dirección que trata de implantar un modelo educativo que ni ella misma entiende, y los cuerpos académicos que luchan constantemente contra corriente. En este sentido, la motivación, el entusiasmo y el ímpetu por hacer que el modelo basado en competencias funcione, se merman, y al final también los profesores más competentes.

Javier Carlo

Maestro en Comunicación por parte de la Universidad Internacional de Andalucía (UIA), España, y Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México. Actualmente cursa la Maestría en Administración de Tecnologías de Información, en la Universidad Virtual del ITESM.

Su experiencia profesional abarca el desarrollo de programas educativos a nivel superior y la impartición de cátedra; así como el marketing para medios y el desarrollo de proyectos audiovisuales.

A la fecha es profesor del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe, y gestor de proyectos de comunicación.

Contacto:
jcarlomena@gmail.com
Facebook: Javier Carlo
Twitter: javocarlo

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